martes, marzo 24, 2009
Mitos que nos ayudan a vivir
Cuando la vida simplemente pasa, no tenemos tiempo de ponernos a pensar como es que se va “haciendo”, y sólo la vivimos sin sentir el esfuerzo que significa oxigenar los pulmones, bombear sangre del corazón al cerebro, dar un paso y luego otro… se nos olvida el proceso que significa “Vivir”.
Entonces respiro y vuelvo a repasar tantas y tantas historias que he ido coleccionándo entre mis recuerdos: personajes, lugares, rostros de desconocidos, amigos accidentales, reales y circunstanciales, familia… etc. Una seguidilla de imágenes se mezclan para recordarme que el pasado no tiene re-play, y sólo queda avanzar con las herramientas que he adquirido.
¿En qué creo? ¿Qué hace que siga en tiempos de crisis?
El viaje del cual vengo regresando me tiene aún con la cabeza puesta en cada lugar visitado, y uno de los golpes que sufrí fue visitar las minas de plata de la ciudad de Potosí, Bolivia. Llegamos ahí una noche por un camino de tierra, con ninguna seguridad vial y buscando refugio a la una de la mañana.
Potosí es una ciudad linda, toda blanca producto del tipo de piedra que en general tienen sus construcciones, con estilo porteño y llena de iglesias barrocas y clásicas. Se encuentra a 4.060 mts. sobre el nivel del mar y tiene 160 mil habitantes, de los cuales el 10% trabaja en las minas.
La mañana que nos llevaron a ver los pequeños boliches que venden dinamita por $500 a cualquier persona que quiera comprar, y además de eso, nitroglicerina, mecha y todos los materiales para hacer una bomba, no alcanzamos ni a asombrarnos… Era como comprar un chicle!!!
Una veintena de turistas nos agolpábamos en la entrada de la mina “Candelaria”, que es del año 1832 y las 37 Cooperativas mineras aún siguen rastrojeándola para ver si encuentran la veta que hará rico a algún paciente pirquinero que trabaja de 9 a 8 y que resiste a puro mastique de coca.
Adentro nos encontramos con un museo, lleno de imágenes de cemento y algunas leyendas sobre lo que han sido los años y las vidas perdidas en ese túnel (el promedio de vida son 50 años, los mineros mueren producto de asbestosis o de la gran cantidad de polvo en los pulmones).
De camino al segundo nivel nos damos cuenta que no podemos continuar, no nos da el ánimo ni los pulmones. Uno de los guías nos lleva por otro camino y nos sentamos a escuchar una de las más increibles historias, no por la forma, sino por la significación que le dan los mineros al “Tío”, una imagen de piedra de un diablo, que es el “guardian” de la mina que representa al “esposo” de la Pachamama (tierra) y al cual los mineros le llevan ofrendas tales como hojas de coca, alcohol de 96º, cervezas, cigarrillos encendidos que se lo ponen en la boca, (si se lo “fuma” significa que “está bien” con ese minero, si no, significa que está enojado) y adornos de carnaval.
Los viernes el trabajo termina a las 12 del día, y desde ese momento cada grupo se va a ofrendar a su respectivo Tío. Pasan ahí horas de horas bebiendo y pidiendo los favores a ese conjunto de piedras. Pueden estar hasta 8 horas más sin salir a la luz, sin comer, sin ir al baño, sin ir a casa.
Los mineros creen firmemente que embriagándose con el Tío él les traerá favores, les dará una veta y lograrán vender más de los 20 ó 30 Bolvianos que ganan normalmente en la semana, cuando las cosas andan bien ( 2 ó 3 mil pesos chilenos).
“Las espectativas”… fieles enemigas y arrogantes guías para abrirse paso en las dificultades que siempre aparecen en la vida, ¿Qué haríamos sin ellas?
Entonces respiro y vuelvo a repasar tantas y tantas historias que he ido coleccionándo entre mis recuerdos: personajes, lugares, rostros de desconocidos, amigos accidentales, reales y circunstanciales, familia… etc. Una seguidilla de imágenes se mezclan para recordarme que el pasado no tiene re-play, y sólo queda avanzar con las herramientas que he adquirido.
¿En qué creo? ¿Qué hace que siga en tiempos de crisis?
El viaje del cual vengo regresando me tiene aún con la cabeza puesta en cada lugar visitado, y uno de los golpes que sufrí fue visitar las minas de plata de la ciudad de Potosí, Bolivia. Llegamos ahí una noche por un camino de tierra, con ninguna seguridad vial y buscando refugio a la una de la mañana.
Potosí es una ciudad linda, toda blanca producto del tipo de piedra que en general tienen sus construcciones, con estilo porteño y llena de iglesias barrocas y clásicas. Se encuentra a 4.060 mts. sobre el nivel del mar y tiene 160 mil habitantes, de los cuales el 10% trabaja en las minas.
La mañana que nos llevaron a ver los pequeños boliches que venden dinamita por $500 a cualquier persona que quiera comprar, y además de eso, nitroglicerina, mecha y todos los materiales para hacer una bomba, no alcanzamos ni a asombrarnos… Era como comprar un chicle!!!
Una veintena de turistas nos agolpábamos en la entrada de la mina “Candelaria”, que es del año 1832 y las 37 Cooperativas mineras aún siguen rastrojeándola para ver si encuentran la veta que hará rico a algún paciente pirquinero que trabaja de 9 a 8 y que resiste a puro mastique de coca.
Adentro nos encontramos con un museo, lleno de imágenes de cemento y algunas leyendas sobre lo que han sido los años y las vidas perdidas en ese túnel (el promedio de vida son 50 años, los mineros mueren producto de asbestosis o de la gran cantidad de polvo en los pulmones).
De camino al segundo nivel nos damos cuenta que no podemos continuar, no nos da el ánimo ni los pulmones. Uno de los guías nos lleva por otro camino y nos sentamos a escuchar una de las más increibles historias, no por la forma, sino por la significación que le dan los mineros al “Tío”, una imagen de piedra de un diablo, que es el “guardian” de la mina que representa al “esposo” de la Pachamama (tierra) y al cual los mineros le llevan ofrendas tales como hojas de coca, alcohol de 96º, cervezas, cigarrillos encendidos que se lo ponen en la boca, (si se lo “fuma” significa que “está bien” con ese minero, si no, significa que está enojado) y adornos de carnaval.
Los viernes el trabajo termina a las 12 del día, y desde ese momento cada grupo se va a ofrendar a su respectivo Tío. Pasan ahí horas de horas bebiendo y pidiendo los favores a ese conjunto de piedras. Pueden estar hasta 8 horas más sin salir a la luz, sin comer, sin ir al baño, sin ir a casa.
Los mineros creen firmemente que embriagándose con el Tío él les traerá favores, les dará una veta y lograrán vender más de los 20 ó 30 Bolvianos que ganan normalmente en la semana, cuando las cosas andan bien ( 2 ó 3 mil pesos chilenos).
“Las espectativas”… fieles enemigas y arrogantes guías para abrirse paso en las dificultades que siempre aparecen en la vida, ¿Qué haríamos sin ellas?
Probablemente si los mineros mañana dejaran de creer en el Tío, dejarían de embriagarse, dejarían de morir diariamente en ese túnel oscuro y solitario para nunca más volver. Sin embargo, no serían NADA… La tradición los mueve y les da el sentido de hacer lo que simplemente “deben” hacer cada día, sin preguntas, sin reflexiones, sin conclusiones.
Mañana es otro día, compremos la coca que es tiempo de entrar una vez más.
Mañana es otro día, compremos la coca que es tiempo de entrar una vez más.