Hoy venía de una ardua jornada de trabajo, con el "efecto terreno" (ese tan conocido por los Ministros en acción) que te deja cuando te paras frente a 25 personas a hablarles de lo bueno que es organizarse, de cómo buscar pautas de prevención, de como lidiar con la delincuencia, los maltratos, las calles rotas, los árboles sin poda, la señora de la esquina esquizofrénica, la botilleria que vende cervezas a niños de 12.... Ufff... a veces me pregunto cómo es que aguanto... y me canso, me canso por no poder hacer más que estar ahí, que escucharlos y darles una última esperanza (que ni sé bien si a mí me queda).

Por algún motivo inexplicable, venía con la cara sonriente (las flores de Bach me tiene feliz en todo momento)... ni sé bien en que estación de metro, pero sólo sé que frente a mí apareció el hombre más lindo de todos los vagones de la línea 1... no pude sino mirarlo con cara de boba, con la sonrisa que se me salia por los labios, con un traje perfecto, unas manos fuertes (cuánto me dicen las manos y la boca, de eso me enamoro siempre), un rostro de niño asustado (otra manía, pero ya casi en retirada). El hombre aquel, estaba nervioso, se puso de lado, de frente, de espalda, y nuevamente de lado... no pude evitarlo, quise pararme a decirle que "era el hombre más guapo del mundo"... pero no pude, me puso nerviosa su mirada.

Juro que le habría tirado por la cara más que el celular, la billetera, las llaves, la agenda.... Todo!!! (como le pasó a la amiga de una amiga, que un tipo, de la nada, le tiró un celular por la ventana del auto diciéndole que le encantaba).

Luego de varias estaciones, el principe aquél, luego de mirar a ambos lados, se movió donde yo sólo le podía ver los zapatos.... y saben que, hasta sus zapatos eran perfectos... (un hombre con zapatos limpios siempre es una buena señal).

Cuando me bajé, miré por última ves sus ojos azules como el agua cristalina... al otro lado del espejo, una chica, alta, rubia, con ropa de modelo se acercaba a él sin reparos... se alejó el tren, me quedé mirándolo como quien admira una puesta de sol que nunca más podrá ser igual, y pensé...

Quizás si todos los días me levantara a las 6 de la mañana, me maquillara como muñeca, me pusiera tacos de medio metro, me alisara el pelo perfectamente, me pusiera miles de cremas y una nube de perfume... quizás él se hubiera bajado en mi estación esta noche.

Mi segunda reflexión (luego de 2 cuadras sin sentir el real frío de la pura emoción) pensé:

Probablemente si todos los días tuviera la dedicación de convertirme en otra, el doble de miradas se posarían en mí, andaría más preocupada de mirarme a mí misma que a los demás, estaría más expuesta ... Pero al final de la noche, cuando las luces se apagan, las prendas sobran, y las copas se vacían... ¿qué queda?... o más bien... ¿quién queda?...

Queda esta mujer a rostro descubierto y sin maquillaje (a veces con ojeras por los trasnoches de wifi), que aprecia la amistad por sobre el interés de amigos falsos, que ama a su familia en cada sonrisa, que atesora los recuerdos de hombres pasados como piedritas de lugares visitados (tanto que a veces hasta pesa), que adora los masajes tanto como los baños de espuma, que trabaja hasta lograr la perfección aún cuando eso signifique hacer doble esfuerzo, que anda buscando aventuras pero más busca un amor de día y un amante de noche... un amigo de llantos y un partner de viajes.

Príncipe de manos perfectas... de ojos perfectos, de labios (... mmm... no pude mirarle los labios porque me daba mucha risa y la gente me miraba raro...) sin quererlo te llevas mi aliento, si saberlo te robas minutos, sin creerlo estás aquí cerca.

Hoy soñaré contigo, y espero que ya se te haya quitado ese miedo.