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lunes, septiembre 25, 2006

Fiestas Patrias en San felipe

Hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto un 18 de septiembre, con muchas empanadas, con mucha cueca, chicha dulce, cola de mono casera, paseos al cerro en patota, aventuras campestres y calidez de familia... todo a la ves.

La fiesta comenzó el día jueves con asados y clases de cueca, siguió el viernes en la ilustrísima municipalidad de Maipú donde hasta el jefe Ortega quedó afónico de tanto hacer barra a nuestras parejas de baile.

Por fín hacer el bolso y marcharse a mi Tara, donde el silencio fue interrumpido el domingo al medio día cuando llegaron mis bulliciosos amigos santiaguinos.

Parece extraño, yo, la hippie de la familia, siempre solitaria, abría esta intimidad a "mi otra familia". Estaba nerviosa, también mi madre y mis tíos que veían en este acto irreverente mío, una oportunidad para resolver las dudas de quienes eran en realidad estos personajes que hasta el momento, sólo eran nombres con los cuales yo representaba mis aventuras capitalinas.
Y no podía ser de otra manera, el viaje había sido una buena oportunidad para contar el cuento de mi pololo, que iva a pedir mi mano, donde jugaron incluso con mi abuelo un tanto contrariado, sobre el sitio que le correspondia para nuestra nueva casa.

No fue fácil entender a estos personajes que se reían por todo, que no hablaban nada en serio... pero luego del segundo trago mis tíos estaban contando las historias de la familia, mis primos delataron mis carreras de niña cuando salía a medio vestir para tomar la micro, mis tías se enorgullecían de los logros de cada hijo.

En fín, todo acompañado de Tito Fernández y botellas vaciándose cada diez minutos.
Creo que hacía mucho tiempo que no había tanta risa en esa casa, que no habían tantas cervezas y tantas visitas compartiendo debajo de los paltos, que hoy sé, tienes más de 50 años.

Es extraño, porque de de tanto comer empanadas tuvimos que salir a caminar al final de cada comida; durante el primer recorrido a la preciosa parcela de mi tío, yo fuí una santiaguina más, me maravillé con los duraznos llenos de rosadas flores, de las hileras de parras nuevas, de los paltos, del tranque que está ahí desde hace meses y yo jamás lo había visto. Todos se reían, porque mis amigas y mi prima fueron las anfitrionas, las guías y las "lugareñas", yo no sabía nada, no entendía nada... y todo me parecía perfectamente bello.

Putaendo, ese excéntrico pueblo perdido en medio de la nada, pero que siempre es un imán para quienes visitan esas tierras. Fuimos a conocer el bullado "cementerio de carretas", que para asombro de todos, quedaba en la punta del cerro... era un parque precioso, lleno de esculturas, lleno de magia.


El día que partimos, fue una aventura cargar el auto con paltas, con quesos, con naranjas y un sinfín de cosas ricas.

Otro año, nuevas fotos para recordar lindo momentos.
Salu!
 
posted by Victoria Lantter at 4:51 p. m., | 0 comments